La máquina de rezar
Por Nacho Jurao
Se ha comparado la literatura de Bob Chow con la de autores tan variados y disímiles como Phillip K. Dick, J. G. Ballard, Michael Houllebecq, e incluso César Aira (véase «BOB CHOW LE PATEA LA DENTADURA POSTIZA A CÉSAR AIRA, QUE SE MIRA EN EL ESPEJO COMO UNA DIVA SIN TETAS», de Omar Genovese). No viene al caso discutir el grado de adecuación de estos paralelismos; Bob Chow no es, claramente, ninguno de esos autores. De hecho, Bob Chow ni siquiera es Bob Chow. Bob Chow es en realidad una pistola. Pero es mejor que no empecemos por ahí.
¿Qué es La máquina de rezar? Por un lado se trata de la más reciente novela de Bob Chow, publicada por Editorial Marciana. Por otro lado, «la máquina», dentro la obra homónima, no es más que un artefacto antiguo hecho de hierro y madera que recuerda a una caja musical. Una vez encendido, el aparato cumple su única función; orar en nombre de su dueño. ¿Qué sentido tiene poner a una máquina a rezar por uno? Esta es una de las interrogantes que el protagonista se plantea a lo largo de la historia. Pero esa no es su única inquietud. Ron Tudor es un narrador capcioso, no sólo porque se presenta a sí mismo treinta páginas después del inicio de la novela, ni porque deliberadamente somete el relato de sus aventuras a quiebres y fragmentaciones constantes, sino también porque Ron Tudor no es quien dice ser. El argumento, igual de estrambótico, podría ser el siguiente: Un hombre se enamora de una mujer. Inicia una relación con ella. Con el tiempo empieza a sentirse engañado. Las sospechas lo mantienen en vilo. Preso de sus inquietudes, consigue un arma y decide actuar.
Por supuesto, en el medio ocurren muchas cosas más. Prostitutas alemanas, experimentos de cineastas vanguardistas, debates teológicos, brujas comechingones, prostitutas turcas, extraterrestres drogados, identidades secretas, explosiones, muñecas rusas, prostitutas rusas, secuestros, marines estadounidenses, misoginia, racismo, xenofobia, desapariciones, viajes astrales, easter eggs con referencias a grandes clásicos del rock progresivo. Esta novela está sobrecargada con los ingredientes clave para una gran película de espionaje y ciencia ficción, y sin embargo, va mucho más allá. Las páginas resplandecen con tintes radioactivos. Las oraciones revientan a los ojos del lector como dos protones colisionando dentro de un acelerador de partículas. Bob Chow arrasa con todo. Alienación, posmodernismo, Borges, Kant, Lacan. «El fracaso del amor es el inconsciente».
Una novela sobre una película. Un cómic sobre un reality show. Una película sobre un cómic. La historia es una sola, pero a medida que la narración progresa tanto el argumento como los personajes sufren mutaciones y se resignifican. Los distintos procesos de suplantación y falseamiento generan un efecto caleidoscopio: Un historietista argentino se enamora de una astrobióloga rusa. Un drogadicto persigue a una prostituta por las calles de Ámsterdam. Un superhéroe sin poderes se aventura en prostíbulos iraquíes en busca de una actriz de cine desaparecida. Todo se superpone, se entremezcla, se vaporiza como una mezcla de distintas variedades de hachís para el disfrute demencial del lector: La máquina de rezar a máxima potencia.
No se confunda, esta no es una novela. ¡En realidad es una pistola!
¡Cómprese ahora una Bob Chow!
¡Léala, dispárela!
