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El mendigo chupapijas

Por Diego Font

Hace una semana leí El mendigo Chupapijas, de Pablo Pérez (Editorial Mansalva), libro que había buscado sin éxito durante dos meses, hasta encontrarlo en Porsupollo librería, gracias al dato de Fabricio Jiménez Osorio. Esta novela empieza en el cine Box, donde un hombre se dedica a practicarle sexo oral a los presentes, incluyendo a Pablo, el protagonista, que siente “la resonancia de una vida anterior” al descubrir que el hombre es un mendigo. Pablo visita entonces a José, el astrólogo, para consultar si su carta natal dice algo del mendigo. Es a partir de este encuentro que la novela se adentra en la cultura leather, la alternancia de dolor y placer que provocan las sesiones en el cuerpo del protagonista y sus sucesivos enamoramientos. En las relaciones, afectivas y sexuales, uno asume el rol de amo y el otro de esclavo, derivan luego en triángulos de amor no correspondido. El narrador también alterna entre una primera y una tercera, y a su relato no le sobra una coma, ni le falta un detalle. Hay cartas, mails, postales de Europa, un diario íntimo que refleja el espíritu de la primera publicación de esta novela, un folletín de cinco entregas (Belleza y felicidad 1998-2000). Lo que más me llamó la atención de esta novela, es un halo de misticismo que recorre cada capítulo. Los horóscopos de José, los augurios que Pablo deduce de escenas que ve en la calle, los vaticinios de Mme. Bonnot, el consumo de marihuana y hasta lo brutal de las sesiones leather, con sus uniformes de cuero, pinzas y correas, parecen conducir a la creación de un santuario ya puramente místico. Un espacio-estado-mental, al final de un monte misionero, construido con un vidrio especial que le da un toque futurista, donde el amor que busca Pablo se materializa junto con un paisaje paradisíaco. Aquí la construcción del imaginario de El mendigo chupapijas llega a su punto más alto, es la síntesis de las emociones del protagonista, el estado ideal. Dentro de estas sensaciones, unos seres celestiales “de un azul transparente y luminoso”, anteriores a la construcción del santuario, son el origen del paso de los augurios a una experiencia sobrenatural. A su vez, y para terminar, todo esto tiene relación con el cierre de una época, el fin de los '90, que también es el fin de la novela de Pablo Pérez, “Hoy es 15 de enero. Ya estamos en el año 2000. Ninguna catástrofe ocurrió. Lo que si desapareció es mi vida pasada”. Pero esta historia parece no terminar, si bien tiene un final hermoso, y mis sensaciones como lector se quedan y se expanden en ese monte misionero, donde el tiempo de la novela se vuelve infinito.

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